Las Islas Malvinas formaron parte
del Virreinato del Río de la Plata y por lo tanto estaban bajo la
administración de la corona española.
Con el incremento de los viajes
hacia el Océano Pacífico por el Estrecho de Magallanes y por el Canal de
Beagle, estas islas adquirieron un valor estratégico cada vez mayor.
En reiteradas oportunidades
fueron ocupadas por fuerzas militares diversas las que debían ser desalojadas.
También sirvieron de base a barcos piratas que interceptaban los barcos
españoles que transportaban las riquezas Americanas desde Perú y Chile hacia
España o que transportaban provisiones y mercaderías desde España a los
territorios coloniales trasandinos.
Al ser rechazadas en dos
oportunidades las invasiones del ejército y la marina inglesas a Buenos Aires
(1806 y 1807), Gran Bretaña no contaba con una base de operaciones en el sur
del territorio continental desde el cual se pudiera controlar el comercio y
expandir el imperio británico. Las islas del Atlántico Sur adquirían así una
importancia estratégica fundamental, ya que el poder de la marina inglesa
estaba en mejores condiciones que la española para defenderlas. Sin embargo los
intentos de ocupación siempre fueron repelidos.
Al declararse la
Independencia de España,
el territorio del Virreinato, incluidas las Islas Malvinas e islas Sandwich y
Orcadas del Sur, pasaron a formar
parte del territorio de la nueva nación y quedaron bajo la administración del
Gobierno de Buenos Aires, que designaba los gobernadores de las Islas.
Los esfuerzos por asegurar la
independencia, las expediciones militares para derrotar a los españoles en
Chile y Perú, debían al mismo tiempo cuidar la retaguardia del Atlántico por
donde no solamente amenazaba la marina española, sino la británica y la
francesa, que tejían y destejían alianzas tácticas con Portugal y Holanda
para intentar apropiarse del territorio continental que España dejaba atrás.
Asegurada la Independencia en
1816, faltaba construir la Unidad Nacional y un sistema de gobierno para el
territorio. Las luchas de intereses, la división del país entre unitarios y
federales, las alianzas de algunos sectores criollos con poderes extranjeros y las
guerras internas, produjeron entre 1820 y 1840 una situación de caos que
fue aprovechada por fuerzas militares europeas para intentar someter a la nueva
nación.
Los intentos sobre el territorio
continental fueron rechazados pero la ocupación de las Islas Malvinas en 1833 y el
asentamiento colonial no pudo ser controlado ya que la Argentina carecía de una
marina de guerra y las prioridades de las autoridades estaban dirigidas a la
consolidación de un gobierno único y a la unidad nacional.
En 1832, tomando
como excusa la detención de tres barcos de Estados Unidos que depredaban la
fauna local, Gran Bretaña envió sus fuerzas militares para que ocuparan las
islas, hecho que ocurrió el 3 de enero de 1833, usurpación que permanece hasta
el día de hoy.
Lo que en un principio se trató de
un fuerte militar, con el transcurso del tiempo se convirtió en una posición
económicamente estratégica ya que la captura indiscriminada de ballenas
por parte de la empresa británica Farkland Islands permitió
inmensas ganancias. A eso le siguió la constitución de un territorio básico
para la proyección sobre la Antártida Argentina y la usurpación de islas del
Atlántico Sur.
Con nuevas técnicas pesqueras y
la explotación del petróleo extraído del lecho submarino, las Islas Malvinas
siguen siendo muy valiosas para el imperio británico, al punto de haber
recurrido a técnicas de guerra genocidas para recuperarlas luego de la
incursión argentina de 1982.
Incursión que, por otro lado, no fue producto de la decisión del pueblo sino
del delirio mesiánico de un gobierno militar que habiendo agotado la etapa del
terror y el genocidio para sostenerse en el poder, buscó en un enemigo externo
la excusa para perpetuarse.
En esa oportunidad Gran Bretaña contó con el apoyo logístico y militar de los
Estados Unidos que proporcionó bases, armas sofisticadas y apoyo satelital
contra un ejército casi amateur integrado por soldados sin adiestramiento y
sometidos por el miedo que infundían sus superiores desde el
gobierno.
Las Islas Malvinas son argentinas.
Pero desde 1833 también son una herida, una más, que duele en el cuerpo de
los argentinos.
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